sábado, 25 de julio de 2020

Lagostomus (=Lagostomopsis) incisus, una vizcacha de 3 millones de años.


Es una especie de roedor de la familia Chinchillidae. En la actualidad la familia se encuentra representada por la vizcacha y la chinchilla.

El océano Atlántico era menos ancho que en nuestros tiempos, algunos roedores africanos ingresaron a Sudamérica a fines del Eoceno. No se sabe cuánto duró el largo viaje desde África, durante el cual no sólo los roedores iban colonizando las islas que se extendían hasta las proximidades de las costas sudamericanas, sino también algunos primates y hasta plantas, tales como las calabazas.

Rompiendo casi treinta millones de años de aislamiento del continente isla sudamericano, los roedores recién llegados tuvieron que competir con otros mamíferos autóctonos por sus nichos ecológicos.

Gracias a la extraordinaria capacidad de proliferación y a la adaptabilidad a los más variados ambientes, los diminutos roedores se dispersaron por toda Sudamérica entre fines del Eoceno y el Oligoceno.

Una de las características de estos roedores es la sencillez de sus molares. Este cráneo fue encontrado por Daniel Boh, del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Lagostomus es un género endemico, que llego a Sudamérica durante el Terciario. En Patagonia, durante el Mioceno temprano se registran por primera vez los roedores de la subfamilia de los lagostóminos (Eoviscaccia, Prolagostomus y Pliolagostomus). El género Lagostomus, aparece por primera vez en sedimentos depositados en el Plioceno tardío como Lagostomus (=Lagostomopsis) incertus, y durante el Pleistoceno Lagostomus maximus ha tenido una gran expansión geográfica.

Su alimentación estaría compuesta principalmente por tubérculos, raíces, hierbas etc, siendo herbívoros estrictos, aunque algunos autores sostienen probables hábitos carroñeros, ya que en sus paleocuevas o madrigueras antiguas, con frecuencia se hallan restos óseos pertenecientes a otros animales de la época con marcas a sus dientes, pero también se puede tratar de una actividad propia de los roedores, de roer cosas duras para evitar el crecimiento descontrolado de sus incisivos .Poseía un cráneo ancho y robusto, con nasales alargado.


jueves, 23 de julio de 2020

Detalles de una paleocueva realizada por mamíferos gigantes prehistóricos en Miramar.





Por Mariano Magnussen. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

En las ciudades del litoral marítimo bonaerense, es uno de los pocos lugares del mundo donde se pueden hallar evidencias de antiguas cuevas realizadas por perezosos gigantes, hace más medio millón de años antes del presente, según el boletín paleontológico “Paleo” donde se publicó la noticia.

Los afloramientos geológicos que se hallan en el litoral marítimo bonaerense, en especial aquellos ubicados entre las localidades fosilíferas de Camet y Punta Hermengo, correspondientes a las ciudades de Mar del Plata y Miramar, son muy ricos en restos fósiles e icnofosiles (restos de hormigueros, termiteros, moldes de coleópteros, nidos de abejas, tuberías de anélidos, huellas de grandes animales entre otros), siendo objeto de estudios desde la primera década del siglo XX, por investigadores muy importantes, entre lo que podemos citar a Florentino y Carlos Ameghino, Lucas Kraglievich, Osvaldo Reig y más recientemente por Marcelo Zarate, Eduardo Tonni entre otros.

Otros icnofosiles más comunes lo conforman las madrigueras o paleocuevas realizadas por distintos micromamiferos, como los roedores octodontidos (Actenomys) del Plioceno tardío, y otras de mayor tamaño atribuidas a dasipodidos (Eutatus, Pampatherium y Propraopus) que frecuentaban las llanuras pampeanas durante el Pleistoceno. Otros animales que han aprovechado estos refugios luego que su propietario lo haya abandonado, como hacen las aves Estrigiformes, que en algunas ocasiones los investigadores hallan en el interior de las madrigueras algunas regurgitaciones o bolos alimenticios, logrando rescatar centenares de pequeños restos fósiles de distintos micromamiferos de un mismo ambiente.

Las Paleocuevas que se destacan, afloran en un 97% rellenas por sedimentos secundarios u hospedantes, que ingresaron paulatinamente a su interior, o rápidamente luego de alguna inundación o derrumbe de terreno. Este sedimento que ingreso, puede ser rápidamente visualizado por los investigadores, ya que por lo general se observa un contraste colorimetritos entre el interno y aquellos que los rodean, o bien, por superposición sedimentaria con caracteres complejos o una erosión diferencial.

Algunos paleosuelos contienen gran densidad de antiguas madrigueras, a lo largo de varios metros. Estas han sufrido arduos estudios por los investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

En estas paleocuevas, en raras ocasiones hemos podido hallar restos fósiles de distintos microvertebrados, como por ejemplo, un grupo de cuevas halladas en la zona del Vivero Dunicola de Miramar, donde se rescató partes esqueletarías de un ejemplar adulto y cuatro crías de Lagostumus maximus, representante fósil de las actuales vizcachas, o en otro caso, donde se extrajo restos sustanciales de dos ejemplares de un Cyanasua argentina, un mamífero emparentado con los actuales Coatíes, pero sin representantes vivientes.

Solo en raras ocasiones se han preservado algunas cuevas sin rellenar, conservando su estructura interna. Esto pudo ocurrir cuando la entrada quedaba tapada por hierbas, o solo ingresaba material sin llegar a cubrir toda su larga extensión, logrando una especie de “tapón”.

No fue hasta 1992 que se publicara en la prestigiosa revista Ameghiniana de la Asociación Paleontológica Argentina, un trabajo sobre la estructura interna de una paleocueva atribuida a algún género de Dasipodido de gran tamaño (probablemente Pampatherium). Se caracterizaron por ser descubiertas dentro del casco urbano,  alejados de los barrancos marítimos donde por lo general son más evidentes los restos fósiles y en donde se puede establecer sus antigüedades según los estudios previos de la estratigrafía y demás.


En estas cuevas se pudieron rescatar algunos moldes de yeso correspondientes a icnitas, en donde se evidencia en las paredes y techo de la antigua madriguera numerosas marcas realizadas con las falanges ungueales (base de la garra), acompañadas cada una por 3 o 5 marcas verticales paralelas, lo que recuerda fácilmente la morfología biomecánica de Dasipodidos ya extinguidos, y en algunos casos los vivientes.

Esto concuerda además con las medidas transversales, que poseen un alto promedio de 0,76 metros por un ancho promedio de 0,93 metros, caracterizadas por una serie de galerías de longitud variable e interconectada entre sí.

El autor de estas cuevas fue una especie de mulita gigante, llamada Pampatherium, que llegaba a pesar unos 250 kilogramos, o tal vez al género Eutatus, que demuestra semejanzas con el actual Tatu carreta, el cual, se encuentra en peligro de extinción.

Por lo general se tratan de estructuras cerradas y discordantes con relación a la estratigrafía hospedante en las inmediaciones. Presentan una estructura semicircular o casi elíptica con diámetros que varían según su recorrido, que pueden ir desde 0,75 y 1,90 metros, según lo que logramos establecer, atribuidos a distintos grupos de mamíferos.
Los rellenos sedimentarios están usualmente compuestos por arenas muy finas y limos, ya sea estratificado o macizo, que alternan con niveles de arcillas laminadas. Las estructuras, interpretadas como cuevas y galerías, se hallan excavadas en sustratos pelíticos o arenosos finos, ya sea de planicies de inundación de zonas pantanosas o interfluvios. La distribución estratigráfica de los presentes icnofosiles se distribuye desde el Plioceno hasta el Pleistoceno más reciente.


Los principales criterios de reconocimiento a las antiguas estructuras subterráneas se basan por lo general por sus relaciones estratigráficas, dimensiones contornos cerrados. Los rellenos sedimentarios en las estructuras y su contenido fosilífero en ciertas ocasiones, permiten recaudar información amplia y variada para emplearla en una relación contextual con especies vivientes.

Como mencionamos anteriormente, las estructuras pertenecen por lo general al orden Xenarthra - Cingulata, especialmente a armadillos extinguidos y sin parentesco alguno con las formas vivientes, lo que dificulta las comparaciones.

Lo sorprendente de estos nuevos hallazgos, demuestran estructuras de diámetro más desmedidos al tamaño corporal y masa estimada a armadillos gigantes de la familias Pampatheriidae y Dasypodidae.

Estas características que confundieron a los investigadores por más de un siglo, fueron aclaradas por análisis anatómicos, alométricos y biomecánicos efectuados en distintos ejemplares depositados en los Museos nacionales, cuyos especímenes correspondían a Milodontidos del Pleistoceno, que agrupan a los géneros Scelidotherium, Glossotherium y Lestodon, sugieren al momento, que estos megamamiferos pudieron realizar enormes galerías por motivos de refugio.

En los túneles estudiados y sin relleno que aparecen en la región, se han podido rescatar numerosas marcas y moldes negativos realizados en yeso y cemento instantáneo, que se adaptan a las características anatómicas y morfológicas de los dos dedos más desarrollados que presentan el género Scelidotherium y Glossotherium, ya que los restantes se encuentran atrofiados, lo que no pasa con las otras especies vinculadas al estudio. En detalles generales, podemos decir que las paleocuevas corresponden a estos gigantes mamíferos Terciarios y Cuaternarios desaparecidos.

En 1998 mientras se construía en la ciudad de Mar del Plata la Cuarta Cloaca Máxima, constituida por un túnel de 2,5 metros ancho y un recorrido de 5 kilómetros de largo, permitió a los investigadores, estudiar la estructura geológica del casco urbano, a diferencia de otros estudios en la región que corresponden mayormente a la estratigrafía de los afloramientos geológicos de litoral marítimo bonaerense.

Durante la excavación, además de rescatar restos óseos en estado fósil, se encontraron cuatro grandes paleocuevas de 2 metros de ancho y parcialmente rellenas; también se observaron cuevas más pequeñas. Las cuevas grandes de longitudes mayores a 6 metros fueron asignadas a la actividad de milodóntidos (Milontidae, Mammalia); que para entonces eran desconocidas, en cambio las pequeñas fueron supuestamente excavadas por gliptodóntidos.

Después de estos hallazgos totalmente novedosos, aparecieron varios más. Uno de ellos y que sorprendió a los investigadores fue una paleocueva de 1,8 metros de diámetro y 40 metros de largo, con centenares de icnitas en el techo y laterales de la misma.

El hallazgo de una gran paleocueva e icnitas en Miramar.

Una enorme madriguera realizada por mamíferos gigantes hace más de medio millón de años, fue presentada públicamente por los miembros de la Asociación de Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires en el reconocido boletín paleontológico “Paleo”.

Esta enorme madriguera o refugio, es conocida paleontologicamente como “paleocueva”. Por lo general siempre los investigadores encontraban pequeñas estructuras rellenas de sedimento atribuidas a roedores o armadillos prehistóricos. En esta ocasión, la sorpresa fue grande como el mismo descubrimiento. Se encontraron con una estructura biogenética que no fue cubierta totalmente por sedimento, y que no sufrió mayores modificaciones a lo largo de cientos de milenios.

Mariano Magnussen Saffer, por entonces miembro de la Asociación de Amigos del museo miramarense, fue quien noto la existencia y origen de esta enorme madriguera que algún tiempo albergo animales que pesaban más de una tonelada y media, tres metros de largo y dieta vegetariana. De inmediato se comenzaron los primeros estudios.

"Debido a la antigüedad de los estratos de la zona que se hallan al norte de Miramar, la cueva pertenece al Pleistoceno, un edad geológica que se inició hace unos dos millones de años y terminó hace diez mil años atrás, e inferimos de esta manera, que la cueva pertenecería a Scelidotherium, pues, las marcas de garras en techos y paredes de la misma reflejan su biomecánica y anatomía morfológica.

Lo trascendental de esta paleocueva, es que se pudo ingresar a una de las cámaras principales, cuyo túnel tiene un diámetro de 1,90 metros, con secciones parcialmente cubiertas de sedimentos secundarios, con finas láminas de barro solidificado depositadas en sucesivas inundaciones, a lo largo de varios milenios.

A solo unos metros, se halla otra galería que se comunicaba a la superficie, y que solo quedo tapado por sedimento en su ingreso, preservando el interior en su forma original. Los investigadores pudieron caminar de pie por esta corta galería, parcialmente erosionada, que se extiende por unos 10 metros y con un diámetro de 1,7 metros. Lo sorprendente fue la observación de las marcas de garras en los laterales y techos de ambas bifurcaciones, de las cuales se recuperaron varios moldes.

Los investigadores locales  suponen que, por las medidas que posee la cueva y las características marcas de excavación, la madriguera fue realizado por un Milodontino, posiblemente del género Scelidotherium s.p, un extinto perezoso prehistórico de gran tamaño, y común en el registro fosilífero de la región pampeana, con el propósito de refugio, cuidado de ejemplares juveniles o mantener el control sobre la temperatura y humedad de sus cuerpos.

El hallazgo podría aportar nuevos datos sobre las condiciones climáticas en el momento en que fue construida la madriguera, y también los datos anatómicos del animal que la excavó. Es otra manera de conocer cómo vivían estos animales, cuya información no puede ser recuperada de sus grandes huesos.

Un hecho curioso y ligeramente relacionado, fue el descubrimiento de otra paleocueva en 2004 (pero sin estructura interna), cuyo techo había colapsado. De su interior el personal del museo miramarense recupero un esqueleto de 3 metros de largo de Scelidotherium leptocephalum, seguramente de una hembra adulta, abrazando su pequeña cría. Parte de este material se halla en exhibición en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Seguir leyendo en http://www.museodemiramar.com.ar/museodemiramar/naturales/naturales07.htm

lunes, 20 de julio de 2020

Corte transversal y natural a una cueva de perezosos gigantes en Miramar.


Esta maravilla paleontológica se encuentra cerca del campo de golf de Miramar. Se trata de una “Paleocueva” o madriguera prehistórica, en gran parte sin relleno (como cuando era habitada) y otra parte cubierta por sedimento, que  ingresaba paulatinamente durante años.

El ojo de los expertos del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, descubrió estas madrigueras en 1999, y dadas a conocer a la prensa  y en jornadas científicas años más tarde. Se ve el corte transversal debido a la erosión marina que las dejo al descubierto. Se ven en este caso, a la izquierda el túnel en forma circular donde se divisa claramente el relleno del mismo alrededor del investigador, y a la derecha, la estructura totalmente libre desde hace milenios. Su antigüedad corresponde al Pleistoceno, más o menos 500 mil años antes del presente.

Sabemos que el constructor de esta paleocueva fue un perezoso gigante , ya que los investigadores locales pudieron recuperar de su interior marcas de las garras en paredes y techo. Estudios anatómicos y biomecánicos demuestran que estos gigantes extintos se refugiaban bajo tierra. Las manos y garras de milodontidos que coinciden son Scelidotherium, Lestodon y Glossotherium.  Próximamente les contaremos con mas detalles de este lugar único.


viernes, 17 de julio de 2020

Visita Virtual al Museo de Ciencias Naturales de Miramar.


Viernes 17 de Julio a las 17 hs.
Actividad gratuita
Visita guiada (paseo virtual) a cargo del Museólogo Daniel Boh, Director del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
Se transmitirá por Youtube en el canal de la Fundación Verdepampa.


PaleoZoom. Charlamos sobre el pasado de la región pampeana.


Gracias!!!! A todos los que hoy acompañaran  esta charla virtual denominada “PaleoZoom”. El cupo se completó en las primeras 24 horas de su lanzamiento. A los inscriptos les recuerdo que recibirán “HOY” un e-mail  con el ID de reunión y contraseña. A todos los que se quedaron sin cupo, próximamente anunciaremos otro paleozoom con otro tema y más para el grupo familiar y niños. Gracias, nos vemos a las 15 hs!!!!!
Términos y condiciones  disponibles


viernes, 10 de julio de 2020

Gliptodonte volviendo a la edad de hielo.




Días atrás, nuestro Panochthus estaba cubierto de una gran helada. Sin dudas, estos gigantes del Pleistoceno tuvieron que enfrentar momentos de bajas temperaturas en los crudos inviernos, mientras que en el hemisferio norte la cosa estaba mucho más fría. Postal invernal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.


miércoles, 8 de julio de 2020

Publican estudio sobre peces fósiles hallados en Centinela del Mar.


Qué peces habitaban en las lagunas pampeanas antes de la extinción de la Megafauna?

Hoy en día las lagunas de la región pampeana son un elemento del paisaje muy típico de esta región. Pero poco sabemos sobre los peces que vivieron en ellas en el pasado, además el Pleistoceno se ha caracterizado por una enorme diversidad de megamamiferos, entre los que podemos destacar a los mastodontes, gliptodontes, macrauquenias, lestodontes, megaterios y tigres dientes de sable. Todos ellos se extinguieron al final de este periodo de tiempo, hace unos 12.000 años. En este artículo estudiamos de forma integral la diversidad de peces fósiles recuperados en los sedimentos de una laguna del Pleistoceno, tratado de responder la pregunta que nos planteamos hace muchos años ¿qué peces vivían en las pampas bonarenses en esos tiempos y que paso con ellos? 

Para abordar estas preguntas tomamos como modelo el estudio de los fósiles recuperados en sedimentos lacustres de Centinela del Mar (General Alvarado, provincia de Buenos Aires). Basado en evidencia sedimentaria, tafonómica y paleofauna, sabemos que este nivel representa un depósito de una paleo-laguna poco profunda, vegetada y caracterizada por aguas relativamente claras y oxigenadas.

Esta unidad estratigráfica ha producido abundantes fósiles de peces, cientos de huesos, pero de una relativamente baja diversidad taxonómica. Todos los restos pudieron ser referidos a siete tipos de peces de agua dulce.  En esta antigua laguna vivían pejerreyes (Odontesthes), madrecitas de agua (Jenynsia), dientudos (Oligosarcus), mojarritas (Characidae), tachuelas (Corydoras), bagrecitos (Pimelodella) y grandes ejemplares de bagre sapo (Rhamdia).

Todos los fósiles de peces pertenecen a linajes brasileños y están estrechamente relacionados con formas existentes actualmente en el área de estudio. A simple vista, es claro que la composición taxonómica recuperada en Centinela del Mar es similar a la que vive hoy en día en el área de estudio y especialmente en lagunas de las llanuras interserranas bonaerenses.

Además, la fuerte similitud de peces fósiles y vivientes de esta área geográfica sugiere que los ensambles de peces de las llanuras bonaerenses han estado bien establecidos, al menos, desde finales del Pleistoceno medio. Esto puede indicar que las cuencas de esta área ya tenían una configuración similar a la actual, al menos, desde el Pleistoceno.

El fuerte paralelismo entre el registro de peces fósiles de este sector de Buenos Aires y la diversidad de taxones modernos indica que la ictiofauna (a nivel genérico) no sufrió extinciones significativas durante el intervalo del Holoceno Pleistoceno, en contraste con lo que es observado en otros vertebrados, especialmente mamíferos. Las oscilaciones climáticas ocurridas durante el Pleistoceno podrían haber tenido una gran influencia en la composición y distribución de los vertebrados pampeanos modernos, principalmente mamíferos, sin embargo, en la síntesis que presentamos en este artículo indican que la ictiofauna de la pampa interserrana no se ha visto significativamente afectado por estos eventos climáticos.

Para más información ver: Sergio Bogan, Federico L. Agnolin, Marcos Cenizo, Daniel Tassara & Adrián Giacchino, 2020. A Pleistocene freshwater ichthyofaunal assemblage from Central Argentina: what kind of fishes lived in the Pampean lagoons before the extinction of the megafauna?, PLoS ONE 15(7): e0235196. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0235196
Imagen: Recreación de la Fauna de la paleolaguna de Centinela del Mar durante el Pleistoceno. Ilustración de Daniel Boh.


Una peculiar huella de 6000 años en Miramar.


Esta huella prehistórica fue dejada por un mamífero artiodáctilo, y corresponde a un conjunto de 300 huellas halladas en Miramar en 2016. Lo raro de esta huella (que no se ve muy bien por la sombra), es que este animal, piso una rama que quedo momificada.  Muy rara vez se encuentran vegetales preservados.

Por dataciones realizadas anteriormente, estos vegetales tienen unos 6000 años de antigüedad, por lo que intuimos que las huellas también son igualmente antiguas. Estas icnitas, como se las llama paleontológicamente, quedaron impresas en el sedimento de una antigua laguna o zona de inundación. Si observan bien, en el sedimento hay caracoles de agua dulce (de color blanco, y en gran concentración) atribuibles a los géneros Biomphalaria y  Littoridina, habituales en esos ambientes.

Estas huellas, fueron halladas en un reconocido balneario, y gran parte del año, se encuentran debajo de la arena. Aun es una zona en estudio por partel del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Fundación Azara y Conicet.


lunes, 6 de julio de 2020

Hallazgo paleontológico con público en Miramar.




En el verano de 2011, muy cerca del campo de golf de Miramar, Juan Manuel Aliaga, investigador del Instituto Miguel Lillo de Tucumán, realizó el hallazgo de restos de un Scelidodon (en perezoso gigante) cuyo cráneo fue rescatado con la colaboración de Axel Petersen, Francisco Elguero Mariano Magnussen Saffer y Daniel Boh. Como en otras tantas oportunidades, el público casual se acercó con curiosidad, y de paso damos una charla in situ. 

Pintando animales prehistoricos.

Natasha, de Kansas, USA,descargo los dibujos del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Argentina. Gracias por enviarnos la foto y seguirnos desde tan lejos!!!!

viernes, 3 de julio de 2020

Encuentro de titanes miramarenses!!!!


En una de las salas del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se recrea un esqueleto de perezoso gigante extinto (Scelidotherium) atacado por un tigre dientes de sable (Smilodon).

El primero, corresponde a un orden de mamíferos que se desarrollaron aislados en Sudamérica, mientras el segundo es una especie que llego a nuestra zona hace unos 2 millones de años, cuando ambas américas se unieron

Este suceso geológico y biológico es conocido como el “Gran Intercambio Biótico Americano”.


miércoles, 1 de julio de 2020

El Ave del Terror.


Así se consideran este grupo de ave fósiles extintas, cuyas últimas evidencias se encentran en los sedimentos de la zona, cuya antigüedad es de unos 3 millones de años.

Fuera del grupo de los mamíferos que reinaron en Sudamérica durante toda la Era Cenozoica, encontramos en la exhibición del Museo de Ciencias Naturales de Miramar el cráneo de un Mesembriornis milneedwardsi, un ave que medía 1,80 metros de altura y tenía un cráneo de 45 cm.

Esta enorme ave habría perdido la capacidad de volar, pero en cambio, se convirtió en una poderosa corredora y depredadora durante el Terciario.

La punta del pico dirigida hacia abajo como las aves rapaces delatan hábitos carniceros, cuyas principales víctimas serian animales de talla media y pequeñas como la de Paedotherium o el Pseudotipotherium, a los cuales corría hasta poder golpearlos con su pico y una vez detenido, apoyaba sus grandes patas sobre su espalda, clavándole las garras, decidiendo una vez que el animal estaba sometido como lo destrozaría.  Si encontraba algún animal muerto no lo desperdiciaría, sobre todo en épocas de escasez de presas. Sus alas eran muy reducidas, y sus músculos estaban atrofiados, lo que imposibilitaba al ave poder volar.

El cráneo, fue preparado para esta muestra por Mariano Magnussen del Laboratorio Paleontológico del museo miramarense. La recreación a escala fue realizada por Alejandra Gabriela Monteverde. En las colecciones del museo, se resguardan otros restos de aves, entre ellos un Psiloterus de 1,5 metros de altura, encontrado por Daniel Boh de la misma institución.