jueves, 23 de julio de 2020

Detalles de una paleocueva realizada por mamíferos gigantes prehistóricos en Miramar.





Por Mariano Magnussen. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

En las ciudades del litoral marítimo bonaerense, es uno de los pocos lugares del mundo donde se pueden hallar evidencias de antiguas cuevas realizadas por perezosos gigantes, hace más medio millón de años antes del presente, según el boletín paleontológico “Paleo” donde se publicó la noticia.

Los afloramientos geológicos que se hallan en el litoral marítimo bonaerense, en especial aquellos ubicados entre las localidades fosilíferas de Camet y Punta Hermengo, correspondientes a las ciudades de Mar del Plata y Miramar, son muy ricos en restos fósiles e icnofosiles (restos de hormigueros, termiteros, moldes de coleópteros, nidos de abejas, tuberías de anélidos, huellas de grandes animales entre otros), siendo objeto de estudios desde la primera década del siglo XX, por investigadores muy importantes, entre lo que podemos citar a Florentino y Carlos Ameghino, Lucas Kraglievich, Osvaldo Reig y más recientemente por Marcelo Zarate, Eduardo Tonni entre otros.

Otros icnofosiles más comunes lo conforman las madrigueras o paleocuevas realizadas por distintos micromamiferos, como los roedores octodontidos (Actenomys) del Plioceno tardío, y otras de mayor tamaño atribuidas a dasipodidos (Eutatus, Pampatherium y Propraopus) que frecuentaban las llanuras pampeanas durante el Pleistoceno. Otros animales que han aprovechado estos refugios luego que su propietario lo haya abandonado, como hacen las aves Estrigiformes, que en algunas ocasiones los investigadores hallan en el interior de las madrigueras algunas regurgitaciones o bolos alimenticios, logrando rescatar centenares de pequeños restos fósiles de distintos micromamiferos de un mismo ambiente.

Las Paleocuevas que se destacan, afloran en un 97% rellenas por sedimentos secundarios u hospedantes, que ingresaron paulatinamente a su interior, o rápidamente luego de alguna inundación o derrumbe de terreno. Este sedimento que ingreso, puede ser rápidamente visualizado por los investigadores, ya que por lo general se observa un contraste colorimetritos entre el interno y aquellos que los rodean, o bien, por superposición sedimentaria con caracteres complejos o una erosión diferencial.

Algunos paleosuelos contienen gran densidad de antiguas madrigueras, a lo largo de varios metros. Estas han sufrido arduos estudios por los investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

En estas paleocuevas, en raras ocasiones hemos podido hallar restos fósiles de distintos microvertebrados, como por ejemplo, un grupo de cuevas halladas en la zona del Vivero Dunicola de Miramar, donde se rescató partes esqueletarías de un ejemplar adulto y cuatro crías de Lagostumus maximus, representante fósil de las actuales vizcachas, o en otro caso, donde se extrajo restos sustanciales de dos ejemplares de un Cyanasua argentina, un mamífero emparentado con los actuales Coatíes, pero sin representantes vivientes.

Solo en raras ocasiones se han preservado algunas cuevas sin rellenar, conservando su estructura interna. Esto pudo ocurrir cuando la entrada quedaba tapada por hierbas, o solo ingresaba material sin llegar a cubrir toda su larga extensión, logrando una especie de “tapón”.

No fue hasta 1992 que se publicara en la prestigiosa revista Ameghiniana de la Asociación Paleontológica Argentina, un trabajo sobre la estructura interna de una paleocueva atribuida a algún género de Dasipodido de gran tamaño (probablemente Pampatherium). Se caracterizaron por ser descubiertas dentro del casco urbano,  alejados de los barrancos marítimos donde por lo general son más evidentes los restos fósiles y en donde se puede establecer sus antigüedades según los estudios previos de la estratigrafía y demás.


En estas cuevas se pudieron rescatar algunos moldes de yeso correspondientes a icnitas, en donde se evidencia en las paredes y techo de la antigua madriguera numerosas marcas realizadas con las falanges ungueales (base de la garra), acompañadas cada una por 3 o 5 marcas verticales paralelas, lo que recuerda fácilmente la morfología biomecánica de Dasipodidos ya extinguidos, y en algunos casos los vivientes.

Esto concuerda además con las medidas transversales, que poseen un alto promedio de 0,76 metros por un ancho promedio de 0,93 metros, caracterizadas por una serie de galerías de longitud variable e interconectada entre sí.

El autor de estas cuevas fue una especie de mulita gigante, llamada Pampatherium, que llegaba a pesar unos 250 kilogramos, o tal vez al género Eutatus, que demuestra semejanzas con el actual Tatu carreta, el cual, se encuentra en peligro de extinción.

Por lo general se tratan de estructuras cerradas y discordantes con relación a la estratigrafía hospedante en las inmediaciones. Presentan una estructura semicircular o casi elíptica con diámetros que varían según su recorrido, que pueden ir desde 0,75 y 1,90 metros, según lo que logramos establecer, atribuidos a distintos grupos de mamíferos.
Los rellenos sedimentarios están usualmente compuestos por arenas muy finas y limos, ya sea estratificado o macizo, que alternan con niveles de arcillas laminadas. Las estructuras, interpretadas como cuevas y galerías, se hallan excavadas en sustratos pelíticos o arenosos finos, ya sea de planicies de inundación de zonas pantanosas o interfluvios. La distribución estratigráfica de los presentes icnofosiles se distribuye desde el Plioceno hasta el Pleistoceno más reciente.


Los principales criterios de reconocimiento a las antiguas estructuras subterráneas se basan por lo general por sus relaciones estratigráficas, dimensiones contornos cerrados. Los rellenos sedimentarios en las estructuras y su contenido fosilífero en ciertas ocasiones, permiten recaudar información amplia y variada para emplearla en una relación contextual con especies vivientes.

Como mencionamos anteriormente, las estructuras pertenecen por lo general al orden Xenarthra - Cingulata, especialmente a armadillos extinguidos y sin parentesco alguno con las formas vivientes, lo que dificulta las comparaciones.

Lo sorprendente de estos nuevos hallazgos, demuestran estructuras de diámetro más desmedidos al tamaño corporal y masa estimada a armadillos gigantes de la familias Pampatheriidae y Dasypodidae.

Estas características que confundieron a los investigadores por más de un siglo, fueron aclaradas por análisis anatómicos, alométricos y biomecánicos efectuados en distintos ejemplares depositados en los Museos nacionales, cuyos especímenes correspondían a Milodontidos del Pleistoceno, que agrupan a los géneros Scelidotherium, Glossotherium y Lestodon, sugieren al momento, que estos megamamiferos pudieron realizar enormes galerías por motivos de refugio.

En los túneles estudiados y sin relleno que aparecen en la región, se han podido rescatar numerosas marcas y moldes negativos realizados en yeso y cemento instantáneo, que se adaptan a las características anatómicas y morfológicas de los dos dedos más desarrollados que presentan el género Scelidotherium y Glossotherium, ya que los restantes se encuentran atrofiados, lo que no pasa con las otras especies vinculadas al estudio. En detalles generales, podemos decir que las paleocuevas corresponden a estos gigantes mamíferos Terciarios y Cuaternarios desaparecidos.

En 1998 mientras se construía en la ciudad de Mar del Plata la Cuarta Cloaca Máxima, constituida por un túnel de 2,5 metros ancho y un recorrido de 5 kilómetros de largo, permitió a los investigadores, estudiar la estructura geológica del casco urbano, a diferencia de otros estudios en la región que corresponden mayormente a la estratigrafía de los afloramientos geológicos de litoral marítimo bonaerense.

Durante la excavación, además de rescatar restos óseos en estado fósil, se encontraron cuatro grandes paleocuevas de 2 metros de ancho y parcialmente rellenas; también se observaron cuevas más pequeñas. Las cuevas grandes de longitudes mayores a 6 metros fueron asignadas a la actividad de milodóntidos (Milontidae, Mammalia); que para entonces eran desconocidas, en cambio las pequeñas fueron supuestamente excavadas por gliptodóntidos.

Después de estos hallazgos totalmente novedosos, aparecieron varios más. Uno de ellos y que sorprendió a los investigadores fue una paleocueva de 1,8 metros de diámetro y 40 metros de largo, con centenares de icnitas en el techo y laterales de la misma.

El hallazgo de una gran paleocueva e icnitas en Miramar.

Una enorme madriguera realizada por mamíferos gigantes hace más de medio millón de años, fue presentada públicamente por los miembros de la Asociación de Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires en el reconocido boletín paleontológico “Paleo”.

Esta enorme madriguera o refugio, es conocida paleontologicamente como “paleocueva”. Por lo general siempre los investigadores encontraban pequeñas estructuras rellenas de sedimento atribuidas a roedores o armadillos prehistóricos. En esta ocasión, la sorpresa fue grande como el mismo descubrimiento. Se encontraron con una estructura biogenética que no fue cubierta totalmente por sedimento, y que no sufrió mayores modificaciones a lo largo de cientos de milenios.

Mariano Magnussen Saffer, por entonces miembro de la Asociación de Amigos del museo miramarense, fue quien noto la existencia y origen de esta enorme madriguera que algún tiempo albergo animales que pesaban más de una tonelada y media, tres metros de largo y dieta vegetariana. De inmediato se comenzaron los primeros estudios.

"Debido a la antigüedad de los estratos de la zona que se hallan al norte de Miramar, la cueva pertenece al Pleistoceno, un edad geológica que se inició hace unos dos millones de años y terminó hace diez mil años atrás, e inferimos de esta manera, que la cueva pertenecería a Scelidotherium, pues, las marcas de garras en techos y paredes de la misma reflejan su biomecánica y anatomía morfológica.

Lo trascendental de esta paleocueva, es que se pudo ingresar a una de las cámaras principales, cuyo túnel tiene un diámetro de 1,90 metros, con secciones parcialmente cubiertas de sedimentos secundarios, con finas láminas de barro solidificado depositadas en sucesivas inundaciones, a lo largo de varios milenios.

A solo unos metros, se halla otra galería que se comunicaba a la superficie, y que solo quedo tapado por sedimento en su ingreso, preservando el interior en su forma original. Los investigadores pudieron caminar de pie por esta corta galería, parcialmente erosionada, que se extiende por unos 10 metros y con un diámetro de 1,7 metros. Lo sorprendente fue la observación de las marcas de garras en los laterales y techos de ambas bifurcaciones, de las cuales se recuperaron varios moldes.

Los investigadores locales  suponen que, por las medidas que posee la cueva y las características marcas de excavación, la madriguera fue realizado por un Milodontino, posiblemente del género Scelidotherium s.p, un extinto perezoso prehistórico de gran tamaño, y común en el registro fosilífero de la región pampeana, con el propósito de refugio, cuidado de ejemplares juveniles o mantener el control sobre la temperatura y humedad de sus cuerpos.

El hallazgo podría aportar nuevos datos sobre las condiciones climáticas en el momento en que fue construida la madriguera, y también los datos anatómicos del animal que la excavó. Es otra manera de conocer cómo vivían estos animales, cuya información no puede ser recuperada de sus grandes huesos.

Un hecho curioso y ligeramente relacionado, fue el descubrimiento de otra paleocueva en 2004 (pero sin estructura interna), cuyo techo había colapsado. De su interior el personal del museo miramarense recupero un esqueleto de 3 metros de largo de Scelidotherium leptocephalum, seguramente de una hembra adulta, abrazando su pequeña cría. Parte de este material se halla en exhibición en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

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