Las rocas que conforman los espigones o defensas costeras,
naturalmente corresponden a sedimentos de un antiguo fondo marino de 490 millones de años. Para esa
época, no había vertebrados, pero si, una abundante y diversa forma de
invertebrados, que dejaron marcas de su actividad.
Estas rocas, colocadas artificialmente en nuestras costas o
utilizadas para la construcción, no posee cuerpos fósiles, pero si huellas o trazas
de actividad de numerosos animales y plantas del Periodo Ordovícico, de las que
obtuvimos decenas de registros.
Si bien están catalogados como otros icnofosiles paleozoicos
de la provincia de Buenos Aires como "fósiles problemáticos", es
probable que estas marcas se deban a las pistas originadas por la traslación de
anélidos marinos de tamaño grande.
En 2016, Mariano Magnussen del Laboratorio Paleontológico
del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, hallo cerca del muelle de
pescadores de la ciudad, una gran roca de cuarcita, depositada allí
artificialmente, con el propósito de construir la defensa costera, la misma, portaba
una muestra de actividad animal, posiblemente del icnogenero Palaeophycus.
Esta roca que se emplea comúnmente en toda la costa
bonaerense para este fin, proceden de las canteras ubicadas en la localidad de Batan.
Estas marcas de actividad se caracterizan por sucos semirellenos de sutil
trazado, flexionados, superpuestos con sección regular mostrando bordes netos,
a veces giros y superposiciones sumamente variadas.
Antecedentes de estos hallazgos corresponden a la Estancia
La Celina en la provincia de Buenos Aires en 1945. Se encuentran en sedimentos
de arenas cuartiticas de grano fino. El promedio de medida de estas trazas es
de 1 metro de longitud y entre1 y 2 centímetros de ancho. En oportunidades se
encuentra asociado a trazas de otros organismos, como Corophioides y Tigillites.
Nuestro colega Carlos Adrián Quintana de la UNMdP, justamente
nombro a este tipo de muestras como “fósiles urbanos”, ya que también se los
puede observar en rocas utilizadas para la construcción.