Por Mariano
Magnussen Saffer, Integrante del Museo Municipal
Punta Hermengo de Miramar, Provincia de Buenos
Aires, Republica Argentina. Publicado en Paleo -
Revista Argentina de Paleontología. Ilustraciones de Daniel
Boh.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
Tomado de; Magnussen, Mariano (2022). Hippidion y Amerhippus,
los verdaderos caballos americanos extintos y sus fósiles. Paleo,
Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Año XV. Número
153. 29-33.
Es bien conocida
la historia de la llegada de caballos a nuestro continente por medio de los
primeros conquistadores en el siglo XVI. Pero mucho antes, existieron dos
géneros de caballos americanos, hoy totalmente extintos,
el Hippidion y el Equus (Amerhippus), cuyos restos fósiles
son frecuentes en distintas partes de América, sobre todo, en las pampas
argentinas.
El 23 de mayo de
1493 comenzó la historia del caballo (moderno) en América con un
escrito de los Reyes Católicos, quienes ordenaban el envío al Nuevo Mundo de
20 caballos y cinco yeguas escogidos en el reino de Granada.
Estos caballos llegaron a América gracias a Cristóbal Colón quien, en
su segundo viaje, los llevo con él. En la región del Río de la Plata fueron
introducidos por Pedro de Mendoza en 1535. Los mismos eran según los testigos
42 ó 72, los cuales lograron reproducirse con gran rapidez debido a los escasos
predadores de gran tamaño que quedaban. Estos caballos europeos se convirtieron
en cimarrones, es decir, de domésticos pasaron a formar grupos salvajes.
También en 1541
Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, llevó caballos a Asunción del Paraguay. Asimismo,
otros llevaron caballadas hasta Tucumán desde el Perú. Ya en 1580, Juan de
Garay da cuenta de la gran cantidad de estos animales en las praderas
pampeanas. En esos tiempos los grandes beneficiados con la
introducción de caballos fueron las tribus nómades americanas que recorrían el
territorio a pie. El uso de los equinos cambió y mejoró sus vidas de un modo
notable. Posiblemente el caballo europeo desplazo de su nicho ecológico al
guanaco (Lama guanicoe), que hasta el siglo XVI era muy común en la región
pampeana.
El primer
registro de un caballo fósil sudamericano fue el molar superior descubierto por
Charles Darwin cerca de Bahía Blanca (Provincia d Buenos Aires), al que Richard
Owen identifico en 1840, y lo denomino Equus caballus (la especie
actual), y más tarde lo denomino Equus curvidens.
Pero en realidad,
los verdaderos caballos americanos vivieron en América el Sur desde el Gran
Intercambio Biológico Americano, hace algo más de 2 millones de años, y se
extinguieron según las dataciones radiocarbonicas hace unos 8 mil años antes
del presente, siendo los equinos, uno de los primeros mamíferos ungulados que
invadieron estas tierras.
Este fenómeno
geológico y biológico ocurrido en lo que hoy conocemos como istmo de Panamá,
que conecto ambas américas, lo que produjo un importante flujo de migraciones
faunísticas.
Uno de los tantos
invasores fue Hippidion (que significa 'caballito'). Fue un
género extinto de caballo endémico de América del Sur,
es decir, que sus antepasados eran del hemisferio norte y en Sudamérica
desarrollo características distintas y propias. Todas las especies del
género Hippidion, tenían el tamaño aproximado de
un burro actual. Además de proporcionalmente la cabeza más grande, y
la particularidad de poseer una protuberancia en su frente, reforzada por el
hueso nasal. Además, los cráneos contienen sendos huecos delante de los ojos,
siendo posible que alojaran glándulas de algún tipo, tales como tienen algunos
ciervos para frotarse en los árboles y marcar su territorio.
El anterior
genero paralelo y contemporáneo a este, era Onohippidium. En realidad, se trataba
de ejemplares machos de la misma especie. Hasta hace unos años se los
clasificaba como otro género, hasta que se llegó a esa conclusión de su
dimorfismo sexual.
Este género es
muy conocido desde el norte de Colombia hasta el sur de la provincia de Buenos
Aires y zonas más australes (Patagonia Argentina y Chile). De acuerdo a las
recientes teorías de algunos paleontólogos, este género estaría emparentado
con Pliohippus y Dinohippus del Plioceno de América del
norte.
Hippidion principale es
además la especie tipo del género Hippidion y la más grande. La
especie fue descrita originalmente por Peter W. Lund en el
año 1845. Lo hace bajo el nombre de Equus principalis, mediante un molar superior
derecho que provenía de las cavernas de Lagoa Santa, en el estado
de Minas Gerais, Brasil. El tipo estaba depositado en el Zoologisk
Museum de Dinamarca, aunque hoy en día está perdido.
Medía 1,4 metros
de altura hasta los hombros. Su longitud era de 2 metros y pesaba en alrededor
de los 250 kilogramos. Su aspecto general era similar al de una cebra, es decir,
era más robusto y pequeño que los caballos domésticos.
Evidencias
morfológicas, como la delicada estructura de los huesos nasales y diferencias
anatómicas de las extremidades, sugiere que Hippidion evolucionó
aislado de otras especies de caballos de América del Norte, y que pertenece a
un tipo de caballos distinto a los actuales, lo cual, luego de varios debates
sobre la valides del género, y por medio de los estudios del genoma mitondrial,
se lo considera un género valido.
Caracteres
craneales y anatómicos sugieren que este género no prefería tanto las llanuras
abiertas como su pariente Equus (Amerhippus), al parecer Hippidion estaba
mejor adaptado a ambientes cerrados, como bosques y estepas arboladas, donde se
alimentaba de vegetales tiernos, favorecidos por un clima más frío y húmedo.
Probablemente fue depredado por grandes carnívoros placentarios como félidos
dientes de sable (Smilodon) y cánidos sudamericanos
como Protocyon y Theriodictis, o por el oso de cara
corta Arctotherium.
Evidencias
arqueológicas recolectadas en la región patagónica de Chile y Argentina, en
localidades como la Cueva del Milodón y la provincia de Santa
Cruz, demuestran que Hippidion saldiasi sobrevivió en dicho
territorio hace alrededor de 13.000 a 8.500 años, siendo este uno de sus
últimos refugios.
En cambio, Amerhippus,
es otro de los géneros válidos para equinos sudamericanos. Se caracteriza por
presentar una mandíbula robusta, y sus miembros monodáctilos macizos y cortos.
El cráneo exhibe una cresta supraoccipital ancha, y una flexión craneal
destacada.
Equus (Amerhippus) se
distingue principalmente de Equus (Equus) por la ausencia
completa de la cavidad en forma de cono comprimido —llamado cartucho externo o
cornete— situada en el extremo libre de los incisivos inferiores. Esto sería el
resultado de una evolución regresiva, y trae como resultado la pérdida de esmalte
en la superficie que aplica masticación.
El cúbito es más
fuerte en Amerhippus que en otros subgéneros de Equus. Otros
autores encontraron adecuado separar en un subgénero propio a
los Equus sudamericanos pues todas sus especies poseen unas
características extremidades más cortas y robustas, un cráneo más grande (en
relación a las proporciones corporales), y la misma morfología dentaria.
El ambiente
inferido para el género, abarca áreas abiertas de la región pampeana y
brasileñas, que indicarían ambientes de pastizales xerofilos y suelos más
compactados. En este sentido, los registros en Chile están limitados a la parte
central y sólo a nivel genérico, por lo que las inferencias paleoambientales
que se pueden obtener resultan poco precisas. Este animal pesaría unos 400
kilogramos y pastoreaba en la antigua región pampeana.
Es un subgénero
del género Equus el cual agrupa a las cinco especies de dicho
género de la familia Equidae, que vivieron en el Pleistoceno medio al Holoceno
temprano de América del Sur, todas ellas se han extinguido.
En el Museo de
Ciencias Naturales de Miramar se exhibe un cráneo de la especie Hippidion
principale, hallado al sur de la localidad vecina de Mar del Sud. El mismo
posee las citadas fosas y es uno de los pocos encontrados hasta ahora. Fue
estudiado por la investigadora española María Teresa Alberdi, la más autorizada
especialista en caballos prehistóricos y quien es autora también de un
importante libro “Caballos fósiles de América del Sur”, junto con el
paleontólogo argentino José Luís Prado, de la Universidad Nacional del Centro,
en Olavarría. También en nuestro museo se resguardan restos de vértebras, huesos
largos, mandíbulas, entre otros
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Ver completo en http://www.museodemiramar.com.ar/museodemiramar/naturales/naturales02.htm